domingo, 18 de octubre de 2009

Por ser, por existir

Hoy me abruma la infinidad de un mundo. Un mundo por conocer, por descubrir, por sentir. Un mundo incontrolable en el que unas 6.000 millones de almas vagan día a día buscando una razón, una razón de existir, una razón de ser. ¿Pero realmente somos nosotros mismos? ¿ Quién nos marca las notas en esta bella sintonía? ¿Quién es el director de la orquesta sinfónica de nuestro cuerpo? No somos más que polvo de estrellas, átomos, moléculas, terminaciones nerviosas que rigen el pensamiento humano, un pensamiento nublado constantemente por extremos, el bien y el mal, el negro y el blanco, la vida, la muerte.

La libertad, esa mágica melodía que todo director busca, la que inunda los cinco sentidos, la que te hace ver lo insignificante que puede llegar a ser la distancia entre el negro y el blanco. Una bocanada de aire que entra en lo más profundo de ti, y te demuestra que estás vivo, que eres tu quien hace danzar esa batuta. Pero no, algo falla, no cuadran las notas en el compás, algo rompe la armonía, observas que esa batuta no fluye en el aire como debería, tropieza una y otra vez a lo largo de su giro. La frustración de ese vaivén equívoco, la tenacidad de esa mano, la magia de la vida.

¿Mi razón de ser? ¿Mi razón de existir? No las sé ¿Las sabes tú?

“Recuerda, la vida puede ser maravillosa” Andrés Montes, un hombre que encontró su razón de ser.

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